Aparentemente crecemos con muchas certezas que nunca cuestionamos para no confundirnos, antes de que el conocimiento llegue a ser poder pasamos por etapas de incertidumbre que preferimos evitar.
Que la hombría se vea amenazada por un color solo deja claro que la hombría es demasiado frágil.
Que confundamos amor con sexo deja claro que somos unos impedidos emocionales.
Que la ética siga estando ligada a la religión deja claro que la gente no es buena por naturaleza y solo lo aparenta para no ser castigada.
Que confundamos la orientación sexual con la identidad de género deja claro que no sabemos quiénes somos y qué queremos.
Que los niños no puedan jugar con muñecas es un patrón que permite a las mentes permanecer cerradas.
Que los hombres vean como "machorras" a las mujeres feministas vuelve certeza el que para ellos la igualdad es una cosa de machos.
Que las mujeres crean que ser un caballero es abrir puertas, demuestra lo poco que sabemos de caballerosidad y de allí el alegrarnos con cualquier mínimo gesto de buena educación y gentileza.
Las niñas visten de rosa, dijo el padre orgulloso, que se siente menos hombre cuando su hija le dice que jueguen a las muñecas.
Que se pregunte si su novia, mujer, esposa, compañera algún día ha buscado porno lésbico evidencia que usted probablemente es uno de esos que no hace sentir rico.
Que los hombres se sorprendan porque una mujer paga la cuenta deja claro que aún no están preparados para que ellas dominen el mundo.
Que las mujeres no quieran ser feministas es una muestra del condicionamiento social que hemos recibido y no sepamos lo mucho que necesitamos ser tratados como iguales.
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