Protocolo

Sonará tu alarma y sentirás que la noche estuvo demasiado corta mientras le dices que te dé cinco minutos más.
20 minutos después  mientras te miras al espejo sonreirás porque es uno de esos días en los que su recuerdo no fue lo primero en tu cabeza y entonces te maldices porque pasaron solo 20 minutos y ya está en tu maldita cabeza.
Le dirías hola, te respondería, siempre te respondía, un segundo o 40 minutos después, encontrabas una réplica a tu saludo con algún comentario tonto o una de esas muestras de genialidad que tanto te argumentaba, te maldices una vez más por perder un par de minutos pensando en algo que no va a pasar.

De camino al trabajo sonará esa canción que te recuerda algo que dijo, y piensas en decírselo, pero recuerdas que prometiste no hacerlo y se te arruina la maldita canción, y entonces recuerdas su aversión a spotify y el referirse a la herramienta como un método de tortura por medio de canciones que llegan y te dejan en un ciclo, entonces maldices mil veces por tener que darle la razón.

Las ocupaciones del día entretendrán tu cabeza y terminada la jornada harás un repaso del día, encontrarás una, dos, 10, 20 cosas que pudiste compartirle y que de seguro habría transformado en algo completamente descabellado solo para hacerte reír, ya no recuerdas cómo era su risa, pero sabes que 7 de cada 10 cosas que te decía te hacían reír y ahora te preguntas sí lo hacía a propósito y te maldices una vez más por traer su recuerdo a tu cabeza y entonces maldices por maldecir y recordar su opinión sobre las maldiciones y piensas en lo llena que estaría tu alcancía de maldiciones.

Decides caminar un poco para despejar tu cabeza, funcionará por un par de minutos, porque terminas preguntándote qué pasaría si hoy le dijeras hola, ¿te ignoraría? ¿te contestaría en un segundo o 40 minutos después ?, ¿te contestaría con un simple hola?, ¿qué harías cuando te conteste?, entonces recuerda que las muchas veces que te decía de las mil y una formas de romper el hielo, de las cuales, por supuesto, no recuerdas ninguna, pero eso no importa, porque cuando lea tu mensaje sabrá que lo olvidaste y se hará cargo de la situación, te dirá algo para hacerte sonreír, romperá el hielo y olvidarás las razones por las que decir hola no era una buena idea, entonces, te das cuenta que no sabes cómo llegaste a esta parte de la ciudad donde probablemente terminen encontrándose por casualidad y maldices mil y dos mil veces más porque pasaste más de 20 minutos alucinando con un maldito hola.

Llegaráss a casa y su recuerdo está en tu cabeza, a esta hora ya no maldices y decides dejarlo andar a sus anchas, un olor, un color, una palabra, un sabor, cualquier cosa alimenta ese recuerdo del que corriste durante el día, sostienes conversaciones imaginarias con ese recuerdo (y sientes que te volviste una canción de Arjona, Ayúdame Freud, realmente no estoy tan solo, me enseñaste, a estas alturas podría ser una mezcla de todas) ,en ese momento piensas que algo de alcohol te caería bien, ¿vino o cerveza, cuál sería su elección para esta noche?, como ya no maldices, suspiras y dibujas una sonrisa cansada porque sabes que su respuesta sería: vino, siempre es un buen momento para el vino.

Esperarás a que el sueño se apiade de ti y que esta noche no sea lo último que esté en a tu cabeza, así que haces un listado de lo que puede ser tu día de mañana, un día en el que su recuerdo no esté, esperando que esta vez sí funcione, hoy casi lo logras, hoy fueron 20 minutos de libertad a primera hora de la mañana, así que como un mantra, manual de instrucciones o protocolo te dices mientras llega el sueño: si su recuerdo aparece: abortar, si recuerdo persiste: cambiar de actividad, si recuerdo dibuja una sonrisa: maldecir, si recuerdo roba un suspiro: maldecir y abortar, si accidentalmente te encuentras con algo que trae un recuerdo: destruir, maldecir, abortar, mientras el sueño te evade te das cuenta que maldecir es parte fundamental de su recuerdo y maldices por última vez ese día, justo antes que la alarma vuelva a sonar.

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