Flavorless

La pasta en general es de mis comidas favoritas, lo era cuando niña cuando mi mamá la preparaba con pollo desmechado, lo fue cuando conocí la lasagna y cuando en Tuluá gastaba parte de mi salario en pisas y pastas a favor de los espaguetis gratinados, la pasta es la razón por la que aprendí a cocinar, porque en palabras de mi mamá: si quiere comer pasta todos los días hágala usted ... y ustedes saben que no me quedo corta cuando noto en el subtexto un reto. 

En mi casa lo que había era pastas La Muñeca y cuando nos sentíamos festivos llegaba la pasta Doria, cuando me crecí conocí mi restaurante favorito donde hacen la pasta desde cero y con el fin de heredar a LittleSaltamontes el amor por la pasta me dediqué a ponerle ganas a la preparación, incluso fui a un taller donde aprendí que toda la vida había preparado pasta mal porque es pecado ponerle aceite (o una grasa en general) al aguan en la que se prepara la pasta y de paso nos recomendaron una marca de pasta que tenía un nivel diferente a las acostumbradas La Muñeca y Doria. 

Una vez con la nueva pasta me di cuenta que la Muñeca no era tan buena, suelta mucha harina al cocinarse, queda como plástico, no absorbe bien las salsas, es una pesadilla para recalentarse y pues la Doria es solo un tris menos de los puntos inconvenientes de la muñeca y que las escogía porque  era lo que había conocía en el momento y en ese entonces era suficiente, después de eso las pastas solo pudieron mejorar y aunque no me animo a hacer mi pasta desde cero (esa es  una tarea para mi yo jubilada), pero así como me pasó con la pasta también sucedió con la cerveza, el vino y demás, tal vez era la mejor salsa pesto, pero la pasta no le hacía justicia y el plato carecía de sabor y textura, después de probar una pasta buena con algo la salsa más sencilla las demás pastas parecían perder el sabor.

El demás sirve hasta para un tren de lado porque puede asociarse a las relaciones de todo tipo, algunas veces nos quedamos con las harinosas y sabor a plástico porque es lo que hay, lo que tenemos a mano, lo que conocemos, hasta que llega esa que nos mueve el piso (la expresión mover el piso es de mis favoritas para referirse a todo lo que pasa cuando una persona/relación te toca hasta las partes del cuerpo de la conciencia que no sabías que tenías) y las anteriores que eran lo máximo en ese momento pasan a otro nivel y después de esa que no es harinosa ni pegachenta solo quieres una que tenga sabor, textura, consistencia y se lleve bien con los intentos de salsa que haces que probablemente no es la mejor salsa, pero sí es la mejor pasta  y realza todo lo que le pongas y las demás siempre te van a parecer sin sabor. 

¿Nos aferramos a relaciones que nos mueven el piso por el miedo a que la siguiente sea solo una imitación del sabor que ya conocimos? R:/  Obvio sí. 

Suele pasar que después de esas relaciones que tienen todo el sabor los demás son solo intentos (como dice La Oreja de Van Gogh: ...Y es que empiezo a pensar que el amor verdadero es tan solo el primero,
y es que empiezo a sospechar, que los demás son solo para olvidar...) de encontrar el mismo sabor, porque después de la pasta X todo cambió y sabes que hay más niveles para explorar más allá de la pasta pastosa, después de esa movida de piso de la relación X las demás resultan opacas y sin sabor y si has llegado hasta acá querido fan (y en especial a ti fan confundidx) obvio no te puedo decir que tienes que acostumbrarte a vivir en esas relaciones conformistas, aunque hay gente que sí lo hace y se aferra a esas relaciones porque creen que el rayo solo cae una vez y esa explosión de sabores experimentada no va a volver y es en esos escenarios donde el rayo no vuelve a caer, porque nos quedamos en la zona de confort que tiene pararrayos, porque así como nos movió el piso tuvimos que asumir las consecuencias y volver a acomodar los que se cayó de los escaparates a la vez que nos alteró el sentido del gusto para siempre.

Miedo, miedo  a que no encontremos algo medianamente igual, miedo a que quizá  encontremos un sabor que nos cambie el sentido del gusto y nos demos cuenta que lo conocido hasta el momento carece de sabor, hablando de relaciones ese es un miedo de los grandes: que no tenga sabor y que como la pasta al agregarle salsas con el propósito de mejorarla solo consigas un esperpento que solo te llena de traumas.


 





















 



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