Pamema XIII

Mario empezó a vender dulces cuando lo que tenía en los bolsillos no le alcanzaba para comprar el impulso que necesitaba para dar el siguiente paso.

Lo que pedía era una monedita, así al final del día tenía lo suficiente para garantizarse muchos pasos el día siguiente, porque Mario tenía todo bajo control, podía abandonar cuando quisiera.

Un día como cualquier otro, entre la polución de la ciudad Mario no despertó, de eso se dieron cuenta los transeúntes al cruzar el puente peatonal donde esta vez Mario no les deseó los buenos días, es por el frío pensaron algunos, voy tarde pensaron otros, voy temprano, pensaron algunos más, era cuestión de tiempo pensaron todos sin atreverse a darle más de dos segundos a ése pensamiento.

El último paso de Mario lo llevó directo a aquello que siempre le advirtieron, 7 centímetros de metal cortaron su humanidad, y detuvieron definitivamente sus pasos, mientras que sentía como sacaban de sus bolsillos lo que iba a sostener su cuerpo el día de mañana.

El frió cuerpo de Mario ya no tenía como dar más pasos, dejando claro que no pudo abandonar cuando quisiera.

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