Una de las metáforas que más tengo presente cuando a la hora de entablar conversaciones trascendentales conmigo misma o con littlesaltamontes es la siguiente:
Recuerdo que esa la leí en los años 1600 cuando el tirano mandó (para ser justo fue cuando las cadenas eran archivos .ppx enviados vía hotmail visualizados con internet explorer), en ese entonces me dio mucho para pensar, yo estaba en pleno crecimiento y conocía de primera mano el equivocarse lo suficiente para estar con ese cuento de disculparme y que esas disculpas empezaran a sonar vacías.
Cuando comprendí que una disculpa no es suficiente empecé a ser más cuidadosa con lo que salía de mi boca o la forma en que me comportaba con los demás, especialmente con aquellos que considero tengo una relación real y valiosa, lo mucho que me cuestan estas relaciones va más allá de inflar un globo y el alfiler siempre suele ser un acto miserable y ruin de mi parte, me toma tiempo tratar de entender lo que hago mal, más tiempo aún el disculparme, sobre todo cuando sé que volvería a hacer las cosas de la misma manera que me llevaron a reventar el globo.
Con los años he reventado algunos globos que aún resiento, pero sé que no puedo hacer mucho, que ya me disculpé, pero, eso de agarramos el presente con muchas ganas no siempre parece funcionar, somos demasiados frágiles y a la vez pretenciosos, nos rompemos con una facilidad increíble para luego obligarnos a nosotros mismos a creer que no nos importa y podemos seguir adelante como si nada.
Me da por pensar que no importa lo mucho que evolucionemos tecnológicamente, por dentro el amasijo de vísceras y emociones nos mantienen en un ciclo infinito de errores ante los cuales nos alentamos diciendo que crecemos y cambiamos cuando en realidad todo terminará con nuestro último aliento, ahí dejaremos de reventar globos y dejamos de creer que las disculpas sirven para solucionarlo.
Con esto en mente revuelvo mucho la cabeza tratando de encontrar el balance ideal entre la trascendencia de nuestros actos y lo efímeros que somos, para venderle a littleSaltamontes una visión que le evite romper los globos que hoy en día siguen sin repararse por más que demuestre cuanto lo siento.
- Sí inflas un globo, luego con una aguja la rompes pedirle disculpas no hará que vuelva a inflarse, así tomes todos sus pedazos, ya el daño está hecho y no será igual.
Recuerdo que esa la leí en los años 1600 cuando el tirano mandó (para ser justo fue cuando las cadenas eran archivos .ppx enviados vía hotmail visualizados con internet explorer), en ese entonces me dio mucho para pensar, yo estaba en pleno crecimiento y conocía de primera mano el equivocarse lo suficiente para estar con ese cuento de disculparme y que esas disculpas empezaran a sonar vacías.
Cuando comprendí que una disculpa no es suficiente empecé a ser más cuidadosa con lo que salía de mi boca o la forma en que me comportaba con los demás, especialmente con aquellos que considero tengo una relación real y valiosa, lo mucho que me cuestan estas relaciones va más allá de inflar un globo y el alfiler siempre suele ser un acto miserable y ruin de mi parte, me toma tiempo tratar de entender lo que hago mal, más tiempo aún el disculparme, sobre todo cuando sé que volvería a hacer las cosas de la misma manera que me llevaron a reventar el globo.
Con los años he reventado algunos globos que aún resiento, pero sé que no puedo hacer mucho, que ya me disculpé, pero, eso de agarramos el presente con muchas ganas no siempre parece funcionar, somos demasiados frágiles y a la vez pretenciosos, nos rompemos con una facilidad increíble para luego obligarnos a nosotros mismos a creer que no nos importa y podemos seguir adelante como si nada.
Me da por pensar que no importa lo mucho que evolucionemos tecnológicamente, por dentro el amasijo de vísceras y emociones nos mantienen en un ciclo infinito de errores ante los cuales nos alentamos diciendo que crecemos y cambiamos cuando en realidad todo terminará con nuestro último aliento, ahí dejaremos de reventar globos y dejamos de creer que las disculpas sirven para solucionarlo.
Con esto en mente revuelvo mucho la cabeza tratando de encontrar el balance ideal entre la trascendencia de nuestros actos y lo efímeros que somos, para venderle a littleSaltamontes una visión que le evite romper los globos que hoy en día siguen sin repararse por más que demuestre cuanto lo siento.