Pamema VII

Flaca, no La Flaca, era flaca antes de Calamaro y Jarabe de Palo, con esos ojos que llevaban impresa una invitación a sonreír, unos labios que aceleraban el pulso y una sonrisa de yo no fui, Flaca rompió corazones mucho antes de saber para qué servía un corazón.

Cansada de pedir que le tiraran un hueso Flaca solía comer como niño después de jugar en el parque toda la tarde, sin embargo, los dioses la hicieron Flaca en contra de su voluntad y ella desarrolló buen apetito para desgracia de sus congéneres que la hicieron objeto de su envidia.

Cuando llegaba como nueva adquisición a un grupo humano, Flaca pasaba ser la representación oficial de Las Flacas existentes, su gracia al caminar, su comer de gorda, su sonrisa fácil, su lenguaje sencillo, su conversaciones animadas y trascendentes hicieron que  las flacas de su círculo social la excluyeran como un ejercicio de castigo por adicionar al ser flaca más encantos de los que ellas podían proveer. 

Flaca, sintiéndose exiliada decidió dejar de sentirse limitada por el "qué dirán" y dio rienda suelta a su encanto contenido, asumió su naturaleza y empezó a romper corazones por voluntad propia, regalando besos por  gusto y temporalmente entregaba sus huesos al mejor postor.

A diferencia de la canción, Flaca no tomaba cerveza, de hecho disfrutaba del vino en cantidades suficientes para dejar inconsciente en menos de dos horas a un ser humano que la doblara en peso, pero, que para ella era solo el inicio de la jornada, una llena de excesos.

Como en la canción, Flaca dejaba heridas por donde solía pasar, pero, sus puñales no los enterraba por la espalda, por el contrario, era un perfecto deleite ver sonreír a Flaca mientras sus puñales abrían la carne y entonces le pedías que hiciera los cortes más profundos.

Flaca, un día de tantos recibió una visita que no esperaba, no sabe si fue la cantidad de vino que circulaba por su cuerpo, pero abrió la puerta y para su desgracia la dejó entrar, cuando el amor entró Flaca entregó sus huesos sin que pidieran que los tiraran, cambió su ambulante apetito voraz por un deseo intenso cada noche en la misma cama, abandonó sus puñales sin saber dónde, y sin darse cuenta, sin saber cómo ganó un par de kilos.

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