The Right Time

Hace unos días el contador de mi estancia en Medellín llegó a 5 años terrícolas, y se puede resumir que 5 años son toda una vida.
Si se suma a estos 5 años el que hace un par de meses cumplí 30 años se podrían generar una cantidad apreciable de experiencias de superación personal, pero soy yo, así que no hay nada de superación, no hay momentos desesperados y en el mejor o peor de los casos son una colección de sucesos que tienen la pena y gloria suficiente para permitirme complacida al seguir respirando el aire de la ciudad más contaminada de Colombia.

Si usted tiene el pacer de conocerme y si su placer se ha extendido a compartir alguna de esas conversaciones intrascendentales que suelo entablar, es probable que sepa que mis intenciones al llegar a esta ciudad eran claras: un salario más cercano a lo que realmente merezco y vivir la vida loca.

En el primer objetivo las cosas se dieron, en el segundo objetivo... bueeeno, que puedo decir, recordaré para siempre 2003 - 2005 como living la vida loca, no puedo recordar si me ajuicié o me ajuiciaron, pero la vida loca no se dio o no al menos en la forma que esperaba (esto no es una queja o un remordimiento).

En estos cinco años he reafirmado conceptos que aprendí durante años anteriores, he agradecido a los dioses en los que no creo por tener los jefes que tuve antes de llegar acá y he dado gracias por la mayoría de los compañeros de trabajo que he tenido, he apreciado aquellos que me han enseñado desde cosas técnicas, y porqué no, aquellos que me han enseñado a ser más humana (así sea solo parte de una fachada para sobrevivir). 

Formé mi propia familia y he extrañado aún más a mi familia, porque de ellos he aprendido todo lo que se supone que una familia debe enseñar: amor, respeto, perdón, tolerancia y el poder de una llamada solo para saber que en realidad estás bien, después que cualquier evento trágico sucede en esta ciudad.

He extrañado personas que a pesar de no compartir un lazo de sangre compartieron conmigo algo de su tiempo y ese tiempo sigue rodando en forma de recuerdos, por lo que fueron o lo que nunca llegaron a ser.

Qué he aprendido de Medellín?, realmente poco, el transporte público a excepción del Metro apesta, para ir a cualquier lugar es necesario tomar 2 buses, así que extraño mucho los paseos que me daba en el blanco y negro (el transporte público de Cali me parecía mejor, pero no sé cómo quedó después del Mío), extraño los ollucos, perdí el color canela que mi piel había adquirido de andar en pantalonetas/bicicleteros  los fines de semana y pornográfica falda entre semana, el frío de esta ciudad (mal llamada ciudad de la eterna primavera) amenaza de hipotermia a alguien friolenta como yo  no deja que haga esas gracias, Medellín es una ciudad de apariencias y eso vale más de lo que realmente sabes o eres, no eres nadie si no tienes carro o un apartamento, así le vendas el alma a un banco, tampoco eres nadie si no haces una especialización en gerencia de proyectos, no importa la carrera que hayas estudiado, he conocido pocas personas, sé que no soy un encanto y que desde hace mucho dejé de proponerme el hacer amigos, pero las pocas personas que he conocido me han hecho sentir como en casa y es posible que en algún momento los extrañe.

Cinco años  en un lugar diferente al que llamé por 25 años hogar, no está tan mal, y es probable que siempre que alguien se va de su hogar, sin importar lo bien que se sienta en el nuevo, va a estar acompañado de la nostalgia y buscando como regresar a sentirse parte de eso tan maravilloso que alguna vez fue.

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