Leo

Cuando estaba en el colegio pasaba parte del tiempo en la biblioteca, era un pequeño paraíso para mí en ese entonces, no tenía la mejor luz, pero las sillas de madera no eran tan horribles como los pupitres, el olor característico a libro, de los nuevos y de los viejos, mezclados que con solo mencionarlos sabemos cuál es cada uno de ellos  y lo más bonito: una sucesión de estantes llenos de libros que podía tomar y llevarlos a la mesa más cercana  donde bien podía terminar la tarde con más de cinco libros ojeados y  pedir prestado solo uno que me acompañaría a mi casa y se quedaría conmigo un par de semanas, llegar y encontrar el saludo de la bibliotecaria que ya sabía que yo no iba allá para volarme de clase y tampoco porque no tuviera los libros que nos pedían en el lista a principio del año de los que apenas llegaban unas 20 unidades para cada salón de 40 estudiantes, no, ella sabía que yo estaba allá por gusto.

En parte estaba la posibilidad de perderme entre esas páginas, otra era la soledad y silencio del sitio, algo que agradecía en horas de descanso, porque claro la biblioteca es el último lugar en el que una niña o adolescente quiere pasar su descanso, en resumen era una maniobra de evasión ante el mundo real que funcionaba muy bien

En la universidad la biblioteca no era tan bonita y pasó de un gusto a una necesidad, eran otros tiempos, yo aún o abría mi primer correo de LatinMail y Google  no existía, así que en esas sillas  incómodas, grandes ventanales y el continuo shhhhh seguí siendo visitante de la biblioteca de turno y conocí las delicias de las "lecturas técnicas" y dejar de lado el leer por gusto, de hecho no recuerdo haber leído cosas por gusto en esa época, fue en la clase de ética ya en los últimos semestres que retomé eso de lectura no técnica aunque sí como tarea, el profesor de ética, como debe ser era alguien más de corte filosófico que religioso

No me da pena (mentiras que sí, pero poquita porque es un tema que en ese entonces se salía de mis manos) decir que fue en ese salón en el que realmente entendí de qué se trata la ética, lo siento por las profesoras que me enseñaron ética llenando cartillas, haciendo dictados y copiando citas de la biblia, pero esa platica se perdió, así como el pensamiento crítico en esas clases, en fin, el tipo que daba las clases fue seminarista, pero eso no fue lo suyo y terminó siendo filósofo, profesor, escritor y criador de cabras

Un día al salir de clase me senté cual Penélope a esperar a que llegaran por mi y el profe de ética cual caballero se sentó a acompañarme un rato con una buena conversación en medio de la cual me preguntó si yo había estudiado en el colegio X, me contó que se acordaba de mí porque era novio de la bibliotecaria del colegio y se acordaba de verme llegar más de una vez por semana a la biblioteca a buscar algo que leer y llevarme otro libro, me dijo también que le gustaba ver mis participaciones en clase que aunque tímidas (yo sé que quienes leen este blog no creen que existe una versión de Edilay con timidez, falta de fe mis pequeños unicornios) daban puntos de vista profundos y bien fundamentados, que se notaba había una persona que leía detrás de esos argumentos, que siguiera así, cuestionando, aprendiendo, leyendo

El tipo se llamaba Leonardo Cardona, es de los pocos profesores que no eran de materias propias de la carrera que recuerdo tal vez por que me sentí reconocida (por algo que parecía bueno) en ese momento que compartimos, quizá fue que de verdad me parecía interesante la clase a pesar del cinismo que me poseía en esa época hacia las materias de "relleno" o solo sea porque hace muchos años mi sobrinita me preguntó si yo lo conocía porque había visto un libro de él y resulta que el tipo había fallecido hace un par de años dejando para este mundo un par de libros y el recuerdo de esa irreverencia que trae consigo la intelectualidad, así como un par de trágicos titulares en los periódicos locales que no se ponen de acuerdo en los males que aquejan a las grandes mentes cuando se adentran en sus propios laberintos.

Aunque defiendo los libros en formato digital y tengo muchas reservas sobre eso de "comprar un libro en Amazon", pero aún así los sigo "comprando", no dejo de pensar en las bibliotecas que me vieron crecer, esas en donde vez como alguien cometió el imperdonable de escribir algo al borde la página y pasabas a la parte de atrás para tratar de adivinar cuáles de los nombres de la tarjeta de préstamo había dejado esa nota o simplemente ver alguien salir con ese libro que ya leíste y pensar si es del tipo de persona con la que querrías hablar de ese libro, quizá eso fue lo que vio Leonardo mientras yo pasaba tiempo la biblioteca del colegio, probablemente por esa nostalgia de las posibilidades, el olor a libro viejo con nuevo, el shhhhh silenciado es que me gusta de vez en cuando perderme en una biblioteca, buscando nada pero tratando de encontrar algo que puede estar a la vuelta de un par de hojas.

Share:

0 Comments

Escribe ahora o calla para siempre!